
No me acuerdo muy bien
cuantos besos dejamos en cada esquina,
pero imposible olvidar,
aquel cuarto donde aquella
noche subió la adrenalina.
Se juntaron Rosario y La capital,
se juntaron el bien y el mal.
Se juntaron dos almas en una sola,
se juntaron Sabina y Piazzola.
Se junto la religión, que era puro corazón,
con otra que nunca existió.
Se juntaron dos camas y
no alcanzaba para tanto fuego,
tanta acción, tanto descontrol.